José Félix Villa-Abrille, desde City Bell, La Plata:
Qué bajón!!!
La semana pasada y en forma repentina se produjo el fallecimiento de mi querido compañero de 6ºA (año 1958) de la Anexa -luego de la mezcla que hiciera de todos los 5tos. Beatriz Arregui- y de 1º a 5º año del Colegio Nacional., Emilio Vicente Tomadoni, para nosotros Emilito, Gordo o Coquito (por algún parecido con alguien del programa de Piluso)
Conocí a sus padres, el Chino Tomadoni -veterinario reconocido, director del Zoo local y muy buen tipo, amigo de los amigos de su hijo- y Elida Citadini, maestra por antonomasia, de largo paso por la Escuela 45, muy hospitalaria, amable, y para deleite de los gordos excelente cocinera; su vieja casa de la plaza de 1 y 66 y luego la de 116 en la que siguió viviendo y donde murió lamentablemente, y también su quinta de la Ruta 11.
En todos los años nunca lo vi enojado; perdón una sola vez en la que reaccionó por algún chiste de Pedro Portela -casi mi hermano y también muerto joven- oportunidad en la que con su enorme fuerza lo empujó y lo hizo pegar contra el filo de una columna de la galería del Colegio Nacional, donde dejó estampado un pedacito de piel de la oreja de Peter; era, en realidad, un gordo bueno, hospitalario, de pocas pero cálidas palabras, excelente alumno del Colegio y luego de la Universidad y en la práctica de la medicina mostró todos sus valores, su desinterés, su preparación, su don para el manejo de delicadas funciones, tanto públicas como privadas; en el Instituto Médico Platense supo aunar las distintas voluntades y los diferentes pensamientos y llevó a la institución a la jerarquía que hoy alcanza.
Atendió el consultorio de su casa del “Mondongo” -algo malo tenía que tener: era tripero- y fue médico de barrio, de los antiguos, que sabían de todo y estaban siempre prontos.
Fue entusiasta asistente a todas las convocatorias de sus condiscípulos del Nacional y de la Anexa y en Noviembre, pese a comprar la tarjeta, no asistió por un viaje con Silvia, su compañera de vida.
Gustaba mucho de los viajes, hace tan solo un mes regresó de Méjico y cada vez que podías se rajaba con sus amigos a pescar o a cazar, sus grandes pasiones.
Alguna vez me tocó recurrir a él como paciente y me sentí contenido y cuando mi médico clínico Luis Touceda -también condiscípulo- se tomaba vacaciones, él lo cubría para mi beneplácito.
La calidad humana, su sencillez, su sonrisa beatífica que contrastaba con su gran tamaño me acompañarán siempre como, creo, a todos los que compartieron algo con ese gordo tan querible que fue Emilio. Que descanse en la paz del Señor.
José Félix
PD: Me gustaría, que algunos de sus compañeros de Medicina o de la práctica de la misma escribieran algo para conocer más íntimamente esa faceta y/o etapa que no compartí (ojo, atenti, Luis Toucedea, Enrique Pianzola, Juan Martín Cendagorta, Mario Petrecco, Carlitos Dumm, y cualquier otro que se anime).
Un abrazo para todos, José Félix.